A veces voy
a verte en los frondosos bosques de Pamnia,
a
contemplarte mientras das de comer a tus hijos,
mientras
roes los huesos de tus últimos maridos,
y me
embarga un sentimiento de soledad profunda,
me rompe en
dos, en mil pedazos,
me hace
sentir el cómico latido
de un corazón, seco, duro y zaherido,
que una vez
te amó y que ahora siente
desazón por
el tiempo malgastado,
dolor por
el destino no alcanzado
ardor por el deseo
insatisfecho.
A veces voy
a verte a las playas desiertas
para comprender
la esencia que te conmueve y me destruye,
esa fuerza
eterna, incomprensible y tierna
más
poderosa que cada uno de nosotros,
más longeva
que los relojes, que las paredes y los cenotafios
más oscura que
el olvido y el silencio
en el que te perpetúas, en el que te difuminas
y del que
algunas veces sales
para desbaratar
mis sueños,
mi desatino
y mi esperanza.
Gora Vorontsov 2033 y 34
Sin dedicatoria
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