01 agosto 2022

El segundo cielo

 


Recuerdo que una noche tuve un sueño, un sueño extraño que me desveló y no me dejó dormir hasta poco antes del amanecer.  Estaba en lo alto de una montaña y escuchaba un leve sonido de címbalos a mi alrededor, que parecían estallar como suaves pompas de jabón. Miré a un lado y a otro y pude ver un extenso paisaje de altas montañas cubiertas de nieve, una tierra misteriosa, azul y blanca, con ciudades que destellaban en la lejanía, caravanas de mulas que recorrían estrechos caminos, cuadrillas de comerciantes, soldados y aldeanos que iba de un lado a otro, atravesando valles, cruzando inestables puentes sobre abismos insondables, entrando y saliendo de misteriosas ciudades, llenas de calles tortuosas, de torres, de palacios  con cúpulas doradas, de rojos castillos salpicados de cañones, de culebrinas, de mosquetes y alabardas. Entre todos ellos, unos lentos viajeros parecían destacar allá a lo lejos, muy cerca de la montaña más alta. Y eran los címbalos de sus cabalgaduras los que yo escuchaba, punteando armoniosamente el ritmo de su marcha. Y mi mente viajaba con ellos, y de pronto vi que se trataba de mi tribu, de la tribu de los Titiriteros, que iba a aquel país que había conocido el verano anterior. Transportado por el aire, vi que en uno de los carromatos iba Aroidi, con su sombrero troncocónico, y también Remaai, con su sonrisa eterna, y Doroia, que jugaba al lado. También vi al Obispo, moviendo su báculo por el camino, y al vendedor de arenques, azuzando a un viejo burro de color zanahoria, y al Mochuelo, saltando de rama en rama. Detrás de ellos iba un hombre de aspecto adusto, con un libro en la mano, leyendo una salmodia, y detrás de él un árbol con forma humana, arrastrando una pierna que no conseguía mover.  Pero no vi al viejo Losanrot, ni a la Gitanita, ni a muchos otros miembros de la tribu.

“¿A dónde irán?” me pregunté, mientras el sonido de los címbalos se apagaba en mi memoria y el rumor del viento me devolvía a la realidad.  “¿A dónde irán?” me pregunté de nuevo, esta vez en voz alta, y desperté en mi cama, sumido en un intenso estupor.

Gora Vorontsov, 2002.

El segundo cielo. Nubes vagantes son cortinas vagas del cielo.

“El segon cel, imaginat
en una nit d’estiu a la vora del mar”. 

Jaume Sisa


No hay comentarios:

Publicar un comentario